Paris, 1968

viernes, 25 de junio de 2010

"¡No estoy de acuerdo con la guerra!". En la muerte de Darío Botero Uribe

Darío Botero Uribe ha muerto. Fui alumno de una de sus tantas asignaturas en la Universidad Nacional de Colombia y pude comprobar, como muchos de sus estudiantes, su entusiasmo por el conocimiento, por la palabra, por la vida cotidiana, por lo que él llamaba con propiedad, “la utopía”. Ha muerto un filósofo, Profesor Emérito y Maestro de la Universidad Nacional de Colombia, excelente escritor de filosofía, lúcido y sencillo: sus libros lo confirman. Sus alumnos lo atestiguamos.

Abogado de formación, se dedicó a la filosofía y como buen filósofo quiso fundar y fundó una corriente de pensamiento, Vitalismo Cósmico la llamó. En ella abogaba por la vida con utopías, porque toda reflexión filosófica empieza y termina con la vida. Por eso era un enamorado de la filosofía de Nietzsche y de Heidegger, a los cuales les dedicó sendos libros, hermosos por demás, en los que exploró lo fundamental de sus obras. Y para ambos maestros del pensamiento, alemanes eximios, lo fundamental era la vida, y en ella la creación, el arte. Fueron filósofos vitalistas, como Darío Botero Uribe, quien a su manera lo fue, y de qué forma para dicha de Colombia.

Si ahora exploro algunas de sus obras, sobre Nietzsche y Heidegger, libros que tengo a la mano, a mi mente sobreviene con cariño la imagen del maestro en el salón de clase de la Facultad de Derecho de nuestra Universidad Nacional. Voz pausada como quiera que entonces tenía una afección gripal, con bufanda y abrigo como compañeros, disertaba con sencillez sobre el sentido de la vida filosófica. El maestro reflexionaba y sus escasos 15 estudiantes de pregrado hacíamos las veces de gran auditorio expectante, lo fuimos durante todo el semestre. Era el año 1999 y la discusión se centró sobre el pensamiento latinoamericano, su preocupación por entonces, y me imagino que fue la misma inquietud que lo llevó lejos de aquí y lo acompañó en Alemania Federal cuando estudió en 1983 y 1984 ese posgrado con Jürgen Habermas que reseñan sus libros.

Ese día que refiero en el segundo semestre de 1999, el maestro Botero se enojó profundamente, porque uno de sus estudiantes en el seminario discutió con él sobre la tragedia de la guerra en Colombia; el estudiante sin mayores argumentos quiso legitimar la lucha armada a lo cual se opuso el profesor. La discusión llegó al terreno en el que las voces levantadas hasta el techo dicen más que las palabras, y el maestro abandonó con dolor el reducido salón, luego de decir para siempre: “¡No estoy de acuerdo con la guerra!”. Los que asistimos a dicha sesión en silencio le esperamos de regreso, pero él no volvió esa noche. Fue una de sus tantas lecciones honrando el silencio. Total, era un filósofo vitalista, defensor de la vida filosófica y de la filosofía hecha vida. Siempre estuvo contra la guerra, contra el poder.

“Martin Heidegger: la filosofía del regreso a casa” y “La voluntad de poder de Nietzsche”, son dos de sus libros más representativos. Pero tiene muchos otros como “Vitalismo cósmico”, “El derecho a la utopía” “¿Por qué escribo?”, pues sin temor a equivocarme, era el más prolífico escritor que tenía la Facultad de Derecho, de la cual fue estudiante y decano, y de la que ya se había, creo, retirado en silencio. Ambos autores citados son complementarios en el pensamiento del maestro Botero, siendo como son en una primera lectura, divergentes; por ejemplo Heidegger es católico y Nietzsche es ateo. Esa era una de las virtudes del maestro Botero como filósofo, la complementariedad filosófica. Darío Botero Uribe enseñó que a los filósofos se les discute, y él discutía con ellos.

Pero volvamos. En el primero de sus libros citados, propone un diálogo con Heidegger, filósofo de la vida cotidiana, pero un diálogo desde América Latina. Con Heidegger accedemos a la crítica de la modernidad, al estudio y cuestionamiento del ser y del tiempo. Se puede leer en el libro en cuestión: “Heidegger entre nosotros no ha sido comprendido críticamente”. Comprenderlo es la labor del filósofo, más cuando se piensa en un diálogo “intercultural” desde América Latina con el objeto de crear “una tradición filosófica propia”, tradición que no existe. Tal era la preocupación del maestro Botero, lo fue siempre, ahora lo entiendo. La pregunta sigue abierta: ¿Hay un pensamiento latinoamericano?

El otro libro referido sobre Nietzsche es la reafirmación de la crítica a la razón; como filósofo de la vida frente a la muerte de Dios, Nietzsche reflexiona sobre el poder de la verdad y de la historia. Según el maestro Botero: “Hay que arrancar la dominación religiosa y política de la conciencia de los dominados”. Y Nietzsche es por ello un pensador vigente con el que podemos discutir y discutimos. “Nietzsche hizo tanto por la liberación del hombre como el que más, sólo que no en el campo de los bienes, de la economía, sino en el campo del espíritu, de los prejuicios, de las concepciones y doctrinas que atenazan al hombre contemporáneo, que lo ligan al rebaño”. Este libro sobre Nietzsche es, sin dudarlo, el mejor libro de Botero pues aboga sin rodeos por la liberación de los dominados. No olvidemos su título: “La voluntad de poder de Nietzsche”.

Ser un crítico, esa fue la labor de Darío Botero Uribe. Para dicho apostolado laico como profesor, como maestro, se vistió con las prendas de la duda, de la crítica y de la reflexión filosófica, él que era un gran conocedor del pensamiento europeo, a su manera fue un hombre de izquierda, un liberador de mentes, hombre de la utopía.
Ha muerto un hombre que buscó que accediéramos al pensamiento universal, a la crítica filosófica, al saber del mundo. Que sean estas palabras una pincelada sobre el pensamiento plural, rico en matices, provocador y generoso que nos lega el maestro Botero cuando su cerebro ha dejado de pensar y su cuerpo yace eterno en el corazón de sus discípulos, amigos y familiares, quienes le conocieron y apreciaron. Ahora sus libros, la prueba de su paso por la vida, nos esperan para seguir pensando, con él y junto a él, esta contrahecha y utópica América Latina.

Adiós, filósofo del arte y de la vida.

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