Juan Carlos García
Grupo de investigación Presidencialismo y Participación
Profesor de la Universidad Nacional de Colombia
jcgarcialo@unal.edu.co
“Con Uribe se coronó el proyecto paramilitar y mafioso que desde hace décadas venía en escala”. La oligarca rebelde. Conversaciones con María Mercedes Araujo, Debate, Bogotá, 2008, p. 205.
Con una oposición política dividida y timorata ante la realidad asfixiante del país, en la que hay algunos opositores de valía y una inexistente organización opositora con voluntad de cambiar al régimen, radical frente al orden conservador imperante y realmente democrática en sus principios como en sus prácticas, Álvaro Uribe ha anunciado en voz baja y en su verano vacacional su candidatura a las elecciones presidenciales de mayo entrante. Casi nadie lo ha anunciado. Nadie lo ha festejado.
El eterno candidato lo ha hecho agregando a su discurso paternal sustancias aromáticas por todos conocidos si de autoritarismo y predestinación sabemos, cuando no padecemos: “Dependerá de la Corte Constitucional, del pueblo y de Dios, nuestro señor” (El Tiempo, 6 de enero de 2010). A lo cual contestó, como ninguno otro, el caricaturista de El Espectador Héctor Osuna (Enero 6 de 2010) con otra no menos sugestiva afirmación titulando su viñeta “Triunvirato reeleccionista”, en la que se ve a Uribe cual hacendado, que lo es, acompañado del Procurador General de la Nación, su copartidario y miembro de número del Opus Dei. Sentencia Uribe: “¿Pueblo?...Ahí están las encuestas; ¿corte?...¡No me haga reír!...Procurador, ¿sabe usted algo de Nuestro Señor?”. La réplica a la misma verdad que el caricaturista advierte la da al fondo un caballo de El ubérrimo, la hacienda presidencial, cuando afirma, “Bestial”.
Y es bestial lo que las cabañuelas del bicentenario pronostican, si, como lo advertimos, se asiste a una nueva manifestación del todopoderoso presidencialismo, desconociendo los principios éticos, que en este gobierno lo son menos, porque los principios jurídicos, bien sabemos, se subordinan en lo político al botín burocrático del Estado, que en ocho años de presidencialismo de opinión han estructurado la “bestialidad” de un régimen mafioso que se proyecta cuan largo es, corrupto y corruptor. Y nadie hace nada. Por eso la caricatura de Osuna es oportuna para leer entrelíneas lo que viene en curso y que los aguinaldos no pronosticaban, pero han sido anunciados con la llegada de los reyes magos con sus alforjas viajeras: que las encuestas han definido la candidatura presidencial, que la Corte Constitucional es de bolsillo, y que Dios, “Nuestro Señor”, es sólo un discurso navideño que ya fue. Álvaro Uribe es otra vez candidato presidencial. Nadie lo ha dicho.
Si la oposición fuera oposición, y leyera la realidad del país donde vive, si los analistas políticos adictos al régimen, o críticos furiosos de él, vieran lo que los periódicos ocultan, si los políticos uribistas que esperan el maná del cielo para ser candidatos victoriosos, hubieran llegado de sus asuetos pagados del erario, el país o lo que queda de él estaría debatiendo qué significa que Uribe deje en manos de otros el destino de Colombia cuando es él el Presidente, es decir el primer responsable de lo que pase en esta “patria” que un día gobernó Simón Bolívar. Es la manida táctica del conejo utilizada en ocho años: me oculto pero todos saben que estoy aquí. El triunvirato que anunció Uribe en alguna emisora local y en la comodidad de sus haciendas de Antioquia y Córdoba, es eso justamente: otros (el pueblo), no la Corte, porque se da por descontada, ni Dios, porque él no vota, han definido la candidatura sin límites. El pueblo quiere a Uribe, lo que es tanto como afirmar, Uribe es el pueblo. Candidato significa presidente. El deseo navideño se ha hecho realidad, luego de tantos días de encrucijada: ha nacido un niño. Algunos cantarán el hosanna, otros buscarán un Herodes y los más le construirán un templo.
Pero si no hay oposición política, si Uribe tiene todas las de ganar, si el país de opinión ha medido la excelencia del líder en las encuestas, ¿qué queda por hacer? Dos tareas pendientes pueden ponerse en práctica, para aquellos que se dicen democráticos, autonomistas, libertarios. Lo primero es leer la realidad política de la guerra. Es necesario develar el discurso oficial de la guerra, haciendo visible que la seguridad democrática no ha traído la paz y que por el contrario, hoy la situación pinta casi igual que hace ocho años. O peor, si examinamos en detalle el nivel de desplazamiento forzado en Colombia, con una media increíble de 300 mil por año, y miles de heridos, lisiados, huérfanos, viudas. O los seis millones de colombianos que en el 2010 viven en el extranjero, cuando hace menos de una década eran cuatro millones. Aparte del rearme paramilitar con nuevos grupos, la nueva táctica de las Farc cercando otra vez a Bogotá con los bloques sur, occidental y oriental, el boyante presupuesto militar jamás visto, la nutrida presencia de 400 mil integrantes de las FF.AA y la amenaza latente de guerra contra Venezuela con el apoyo tecnológico de EE.UU, la situación bélica es dramática. Y con Uribe los tambores anuncian los mariscales de campo que vendrán. Hacer visible la guerra significa reconocer que hay que dialogar con las guerrillas y desmontar el paramilitarismo en todas sus formas. Y en este punto la oposición política, el PDA, juega en el tablero de Uribe y con las fichas de él, marcadas por demás. La oposición debe ser una verdadera oposición beligerante en todo y por fuera de los estribillos uribistas, incluyendo sus cantos de sirena.
Un segundo desafío es mostrar que la democracia no existe en Colombia y que el Estado Social de Derecho ha quedado liquidado. La reelección por segunda vez del uribismo es la prueba máxima de dicha realidad. Saber exponer tal apreciación por parte de los opositores del régimen, es la clave de su victoria, no en las urnas donde tienen escasas posibilidades, tanto en las elecciones parlamentarias como en las presidenciales, sino en la agrupación política que salga y se estructure luego del triunfo de Uribe y su alianza mafiosa, hacendataria y financiera. Hay que construir una oposición real al régimen oligárquico, incluso dejando atrás partidos y movimientos que se dicen hoy democráticos y alternativos, y que no lo son, ni lo pueden ser. Luego de las elecciones de mayo entrante, donde Uribe saldrá vencedor pero que no le alcanzará para coronarse como quiere, será forzado a una segunda vuelta, en junio siguiente, donde el Estado de opinión aliado al partido liberal, el paramilitarismo, el gran capital y las sectas, capillas y logias uribistas obrarán de la mejor manera, ungiendo con cuatro años más al elegido. La oposición, real y efectiva a Uribe y lo que representa, mal contados unos 3 millones en las urnas del PDA en la segunda vuelta, debe organizar un amplio movimiento social y político, popular y autónomo, como frente opositor radical al orden, desde el Congreso pasando por la prensa hasta las juntas de acción comunal y las movilizaciones permanentes en la calle y las plazas pública. Llevar la bandera de la autonomía democrática es tarea que no da espera pues es la forma de quebrar la vértebra de la dominación uribista. La oposición que nazca de la derrota tiene que buscar una revocatoria del mandato del Presidente, sacándolo constitucionalmente del poder.
Se entiende que la reelección presidencial de Uribe no permite ni permitirá la revocatoria del mandato, es cerrada, para nada democrática y por eso reaccionaria. Con Uribe hay un jugador tramposo: todos ponen, pero hay un ganador absoluto, el mismo que hace las reglas. Es tarea de la oposición luego de junio de 2010, revocarle el mandato presidencial y construir una Institución Imaginaria Radical que desmonte de plano el régimen mafioso y siente las bases de una sociedad autónoma, donde haya una autoorganización democrática que irrigue desde lo local un nuevo orden social, político e histórico, llamémosla por ahora Asamblea Nacional Constituyente. Para ello el proyecto paramilitar y mafioso que corona a Uribe dictador soberano tendrá que consolidarse como lo ha hecho hasta ahora y la oposición política en Colombia probará la necesaria derrota con todas las consecuencias políticas, derrota que decantará a las verdaderas fuerzas democráticas, alternativas y radicales que jugarán el juego de la creación humana de la política. “Todo lo que existe merece perecer”[1].
[1] J. W. Goethe, Fausto.
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