La columna de opinión de José Obdulio Gaviria en EL TIEMPO del miércoles 10 de febrero del año en curso, “Elevar el nivel del debate político” (pág. 1-19), me sustrajo del ostracismo que disfrutamos todos los anónimos lectores de la prensa nacional.
No discuto el que Uribe sea “el Presidente más popular de la historia y quien ha gobernado ininterrumpidamente por más tiempo”, pues cada uno de nosotros podemos vivir de obsesiones y creer que la versión que anunciamos es la verdad de todos o de la mayoría. Ni tampoco pongo en cuestión el que el Uribe “aceptó un panel, que parecía celada, con dos enemigas insolentes vestidas de profesoras y un opositor rabioso vestido de rector”, porque para algunos la política se hace señalando enemigos.
Lo que problematizo es la frase que da vida a todo el artículo de Gaviria: “al finalizar su gobierno, la mayor contribución de Uribe habrá sido la elevación del nivel del debate político en Colombia”. ¿Cuál debate político? Si en efecto hubiera debate político, ya sabríamos los ciudadanos del común si Uribe quiere o no ser otra vez Presidente. Si hubiera debate político, los opositores al régimen se manifestarían libremente, se valoraría como son y no serían descalificados como profesoras o rectores con discursos y posiciones antagónicas al del poder. El debate político es la lucha por el poder y contra el poder. Y a tres meses de la primera vuelta presidencial, es lo que menos hay.
En palabras de Gaviria, Uribe “le dio cátedra de historia y de pensamiento político al Rector”. Y ante “la falta de argumentos” de las “señoras López y la decana, doña Natalia”, salió airoso ante los “insultos y atropellos”. Puede que el Presidente haya estado “brillante” en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, por supuesto lo dice un legítimo uribista de tiempo completo. Puede que el Presidente sea para el ex consejero presidencial ejemplo de “grandeza, civilización y temperancia”, pues fue su jefe tiempo ha. Pero decir que Uribe ha elevado el nivel del debate político, es sólo una versión del poder, pero no la verdad, pues Uribe no lucha por el poder, lo ejerce, que es distinto.
En Colombia no hay debate político gracias a Uribe, porque, como Maquiavelo lo enseñó –útil es recordarlo- la verdad del poder es el poder mismo. Por boca de Gaviria como de Uribe y tantos otros, columnistas, políticos y periodistas, habla el poder. Y el poder no es la verdad, enseña la ciencia política. El debate político se da entre opositores, entre antagonistas, en la arena política, con opiniones, versiones y verdades distintas: una lucha por el poder y contra el poder. Se da entre gobernados, mas no entre gobernantes y menos a favor de éstos. Porque si algo se ha demostrado en estos ocho años del gobierno Uribe es el ejercicio permanente del poder presidencial y su concentración a través del tiempo. Una suerte de neobonapartismo como gobierno de opinión.
El Presidente no está para el debate político en las universidades entendiendo por tal la lucha por el poder, está para gobernar, bien, mal o regular; a favor o en contra de unos o de otros. La Presidencia de la República está para ejercer el poder, no para probar que el titular del cargo dice la verdad o que la mayoría que le sigue tiene la razón. A menos que esté en campaña presidencial como candidato, y no lo sepamos, la “hipótesis” que propone Gaviria no viene a lugar pues para que haya debate político, es decir, lucha por el poder y contra el poder, también se requiere otro ingrediente, la oposición política. Y en Colombia hay sustracción de materia: tenemos opositores pero no oposición.
Si Uribe entra en el debate político, como lo afirma Gaviria, habla la investidura presidencial y el poder es su verdad: todos los que no estén de acuerdo serán poco menos que enemigas, enemigos, sean profesoras o rectores: están contra el poder. Y cuando hay un poder así de manifiesto no hay lugar para el debate, el análisis, la crítica, la contratación y la búsqueda de la verdad, menos con el Presidente como ponente. Lo que hay es un ejercicio del poder. Es decir, otro consejo comunal. Y en éstos no se discute el poder, se ejerce.
*Artículo publicado en EL TIEMPO, 13 de febrero de 2010.
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